martes, 3 de febrero de 2009

Poesía en Movimiento

Nadie puede decir que nunca ha tenido la sensación de estar asistiendo a algo ya vivido anteriormente. Es característico cómo el vello se eriza, todos los sentidos se agudizan (notas como las pupilas se dilatan) y un escalofrío parte del cuello hacíendo arquear la espalda a su paso. Un segundo después de eso, vuelves a tu realidad desorientado, indiferente a lo que está ocurriendo a tu alrededor; sólo atento a lo que sucede de piel para adentro. Es una sensación única… bueno, casi.


Ese Déjà Vu real tiene su homólogo en la ficción, aunque no en su sentido literal. Es algo emocional, intangible, sibilino. Una película cualquiera, un instante indefinido y ahí está; la señal de alarma recorriendo la columna vertebral. De repente la chispa se enciende y el motor empieza a carburar: estas imágenes no las he visto antes, pero esta sensación sí la conozco… y estalla una marabunta de elucubraciones que no duran más de dos fotogramas pero son más que suficientes para provocar una abalancha de emociones (y de las fuertes)


Exactamente esto es lo que ocurre con dos historias incompletamente distintas que tienen todo y nada en común. Dos escuelas de cine radicalmente opuestas que han parido dos criaturas (feroces) que se miran al espejo. “La escafandra y la Mariposa”, francesa, carácter europeo cien por cien, intimista, sentimental, reflexiva. “Hacia rutas salvajes”, estadounidense, grandilocuente, exhuberante, exhibicionista. Cada obra tiene su propia personalidad, pero como suele suceder con los polos opuestos, acaban enredándose hasta tener nexos de unión compartidos, indistinguibles, impropios de ninguno de los dos.


Dos historias reales llevadas a la ficción, dos personajes cuyo fin es exactamente el mismo y de la misma manera: anónima y silenciosa, dos historias que (de formas muy distintas pero igual de eficientes) elevan la BELLEZA por encima de todo, dos bandas sonoras tremendas, la francesa mejor para escuchar viendo, la estadounidense mejor para escuchar después de haber visto, dos caminos de reflexión que por vías distintas llegan al mismo punto: teniéndolo todo puede no tenerse nada y no tieniendo nada puede tenerse todo. En definitiva, dos bofetadas de pasión y clase que nos da el cine contemporáneo, pero que duelen y hacen relfexionar como una sola.


Y es que si investigamos un poco, sólo conociendo levemente a los artífices de estas filigranas visuales, nos daremos cuenta de que nada podía salir mal. “La escafandra y la mariposa” está dirigida por Julian Schnabel, estadounidense de nacimiento pero europeo de adopción (está casado con una vasca y reside seis meses al año entre San Sebastiñan y Francia). Este pintor y escultor ha puesto al servicio de su película todas sus habilidades plásticas. La fotografía viene de la mano de Janusz Caminski, responsable de la belleza de películas como “La lista de Schindler” o “Las aventuras de Hucleberry Finn” y la música (estremecedora) es obra de Paul Cantelon, que ha trabajado con Red Hot Chili Peppers, The Kinks o Joe Cocker. “Hacia rutas salvajes” está dirigida por Sean Penn, indiscutible como actor, pero más reivindicativo como director o productor (como ya demostró en “El asesinato de Richard Nixon”). De la fotografía se encarga Eric Gautier, responsable de “Diarios de Motocicleta” recorriendo y retratando de manera impresionante en tan sólo dos peliculas todo el continente americano. La banda sonora está compuesta íntegramente por Eddie Vedder (cantante de Pearl Jam) del que diciendo su nombre basta.


Dos puzzles perfectamente ensamblados, dos telas sublimemente tejidas, dos historias impolutamente contadas, dos torrentes de sensaciones para los que faltan y sobran las palabras

1 comentario:

Fran. dijo...

Chacho...chacho...y chacho...cómo se nota que estais estudiando a tope, ningún comentario. Pos aleee
muchos ánimos pa lo que queda.