Tras la muerte del enano bigotudo, García Berlanga respiró profundo y se dedico a decir abiertamiente todo aquello que había tenido que reprimir durante décadas. En esta segunda etapa el surrealismo realista suelta unas cuantas verdades y no deja títere con cabeza. Las caricaturas no tan caricaturas de los personajes pudientes de la época sacan en más de una ocasión la sonrisilla pícara.
En definitiva, con censura o sin ella, este señor sacaba siempre a relucir su talento (que le sobraba) para repartir guantazos intelectuales a aquellos que, por sus más que patentes limitaciones mentales, sólo sabían repartir guantazos físicos
Luis... qué anchos te quedaron